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El agua constituye el 75% de toda la superficie terrestre y es indispensable para la vida. El 97% es agua salada y solo el 3% es agua dulce y apta para la supervivencia de los seres vivos. La contaminación del agua es causada generalmente por actividades humanas. Hay dos tipos de fuentes contaminantes:
Este tipo de contaminación produce interrupción de la cadena alimentaria (contaminación por cadmio, plomo...) y destrucción de ecosistemas.
Los ácidos resultantes se precipitan a la Tierra en forma de lluvia o nieve con consecuencias muy negativas: por un lado los daños a la naturaleza en forma de acidificación de suelos, lagos y mares con el consiguiente perjuicio para la flora y la fauna terrestre y marina. Por otro lado, la lluvia ácida provoca también la corrosión de elementos metálicos -edificios, puentes, torres y otras estructuras- y la destrucción del patrimonio humano realizado en piedra caliza –edificios y construcciones históricas, estatuas, esculturas...-
La lluvia ácida es una de las consecuencias de la contaminación atmosférica. Se produce cuando las emisiones contaminantes de las fábricas, automóviles o calderas de calefacción entran en contacto con la humedad de la atmósfera. Estas emisiones contienen óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre y trióxido de azufre, que al mezclarse con agua se transforman en ácido sulfuroso, ácido nítrico y ácido sulfúrico. Este tipo de precipitación reduce el valor de pH del suelo y las aguas donde cae, originando un impacto negativo para la tierra, la vida acuática y los bosques. Este proceso también sucede de forma natural a través de las erupciones volcánicas. Video